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A ‘Billy Elliot’ Hazard le inspira su tío Olivier, el bailarín

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Olivier Hazard y su pareja, Thierry Figuiere, en su finca de la Provenza francesa.

La exquisita estética de sus regates y la magia de sus pases tienen encandilada a la Premier League, que asiste expectante cada semana a los recitales de un futbolista cuyo techo se barrunta aún muy lejos.

Así aconteció el pasado domingo en la final de la Capital One Cup, que su Chelsea ganó al Tottenham de Pochettino, al que tenía ganas desde que le amargara el Día de Año Nuevo con el más duro varapalo sufrido por los blues desde el regreso a su banquillo de José Mourinho. Partidazo al canto y deuda saldada.

«¿El secreto de mis regates? Me caí de pequeño en una poción mágica». Eden Hazard (La Louviere, 1991) tira de ingenio para salir del paso cuando la Prensa inglesa le pregunta por el origen de ese arte tan suyo para hacer añicos la cintura de sus perseguidores.

Cualquiera pensaría, con buen criterio, que los pases imposibles y regates en velocidad que el genial extremo belga del Chelsea dibuja sobre el césped en cada encuentro están ligados estrechamente al ADN futbolero de su familia.

Thierry (ex medio defensivo en La Louviere) y Carine (ex atacante en la Primera belga) inocularon el veneno de la redonda a sus cuatro varones (Eden, Thorgan, Kylian y Ethan). Los tres mayores se ganan ya la vida con el deporte que mamaron desde su tierna infancia en el nido que el numeroso clan de los Hazard tiene en la pequeña localidad belga de Braine-le-Comte, a muy poquitos pasos de la frontera con Francia.

Pero no. Al mejor futbolista que en la actualidad pisa los inmaculados greens de la Premier League la inspiración le viene de su tío paterno, bailarín de profesión. Aunque hoy día regente una casa rural en la Provenza francesa junto a su pareja, el hermano menor de papá Thierry fue hasta hace no mucho tiempo un auténtico gurú de la danza en su país.

Formado en el prestigioso Ateneo Real Jules Bordet de Bruselas, Olivier Hazard arrancó en 1985 una exitosa carrera como solista de ballet clásico que le llevó durante un par de décadas a trabajar para algunas de las compañías más importantes del Viejo Continente, como el Ballet du Nord, el Ballet de Monte Carlo o el de la Deutsche Oper am Rhein de Düsseldorf.

La ascendencia de Olivier sobre Eden ha estado latente desde que el internacional belga contemplara embobado en los albores de los 90 los arabescos que su tío trazaba en el aire mientras ensayaba la coreografía del Lago de los Cisnes, Romeo y Julieta o el Magnificat de Johann Sebastian Bach.

Tanto es así que la principal vedette de la Premier celebró su boda con su novia desde los tiempos del instituto, pocos días antes de incorporarse a la disciplina del Chelsea, en la mansión del siglo XVI que Olivier reformó hace siete años junto a su socio y pareja, Thierry Figuiere, a las afueras de Luberon, en el sur de Francia.

A imagen y semejanza de lo que le sucede a Billy Elliot en la afamada película dirigida por Stephen Daldry, el inopinado maestro del mejor jugador joven de la Liga inglesa las dos últimas temporadas se lo debe todo al profesor de gimnasia que tuvo en la escuela de Braine-le-Comte. De hecho, su gran pesar fue no haber podido agradecérselo, según confesó hace algún tiempo en una publicación belga. «Nunca pude darle las gracias por animarme a seguir adelante y dedicarme profesionalmente a la danza. Él nunca tuvo la oportunidad de verme en el escenario, por eso siempre me arrepentiré de ello».

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Olivier Hazard (primero por la izda, segunda fila inferior), junto a los miembros de la compañía de ballet de la Deutsche Oper de Düsseldorf.

Aunque en sus círculos íntimos presume a la mínima que puede de sus sobrinos futbolistas, el artista de la familia Hazard se guarda muy mucho de revelar en los medios detalles de su relación personal con Eden, a la sazón su ojito derecho, y los hermanos de éste, en su afán por pasar desapercibido y seguir disfrutando sin sobresaltos de la tranquila vida que lleva en la campiña francesa, donde ahora tiene la oportunidad de disfrutar de su otra gran pasión además del baile: los caballos.

Atrás quedaron 20 años de actividad frenética con interminables ensayos, estrenos, actuaciones y viajes que llevaron a Olivier a recorrer los mejores escenarios operísticos de todo el mundo, caso de La Fenice de Venecia, la Sidney Opera House o El Liceo barcelonés, donde curiosamente vivió su peor pesadilla como profesional de la danza. «Me caí por un agujero que había en el escenario», confiesa.

Después de colgar las zapatillas de puntas, el tío de los Hazard se dedicó a realizar diferentes cursos formativos, como uno de profesor de Pilates o de reflexología, tratando de buscar nuevos retos en su vida, hasta que se reencontró con su viejo amigo Thierry y decidieron montar su propio establecimiento rural para turistas en Le Puy Sainte Reparade.

«No nos podemos quejar. Tenemos un montón de trabajo en perspectiva y luego está también lo de cuidar a la larga lista de animales que tenemos por aquí (caballos, burros, perros…). Lo único que me falta es la cercanía de la familia. Tengo tres hermanos y una hermana, unos padres encantadores y atentos, varios sobrinos maravillosos. Y no hablo de mis tíos, tías y primos, que también son muy numerosos. Todos estamos muy unidos».

Precisamente, ese vínculo tan estrecho ha sido desde siempre uno de los principales apoyos que ha tenido este artista del balón de apenas 24 años que lleva ya algún tiempo marcando la pauta del fútbol lírico en la liga más competitiva del planeta fútbol y, quién sabe, si aspirar algún día al trono que hoy se disputan cada año de manera encarnizada CR7 y Messi.

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Eden, flanqueado por sus hermanos Kylian y Thorgan.

Por el momento, Eden Hazard ya sabe lo que es ingresar de pleno derecho, y por dos veces además, en la nómina de los 23 mejores futbolistas del año después de haber causado sensación durante sus dos primeros ejercicios en la Premier.

Dos nominaciones a Jugador del Año y su permanente presencia en el once ideal del campeonato sajón desde que aterrizó en Gran Bretaña fueron la antesala de una campaña en la que se ha echado definitivamente el equipo a la espalda, con Cesc Fábregas como cómplice ideal, sacando a relucir en cada encuentro su ingente arsenal de recursos (regates, rabonas, amagues, taconazos, pases filtrados al hueco, entre líneas, esláloms, túneles, bicicletas, elásticas, cambios de ritmo, controles zidanianos, más regates…) en los que a menudo resucita los pliés que hacía su tío Olivier sobre el escenario.

El West Ham, a quien ayer ejecutó en Upton Park con un gol que podría valer medio título de liga, puede dar fe de ello. «El jugador con más calidad que tenemos en el Chelsea es Hazard. Es el más decisivo y me atrevería a decir que es, sin duda, nuestro crack».  Si lo dice Filipe Luis, por algo será.

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