Boavista, Portugal, Primeira Liga, Silbato Dourado

EL DÍA QUE EL BOAVISTA REGRESÓ DEL ‘INFIERNO’

Oporto, agosto de 2014. «Seis años después de una injusta e ilegítima decisión, el Boavista regresa hoy a la Primeira Liga, el lugar que siempre fue suyo por derecho. Fueron 6 años muy difíciles y de mucho sufrimiento para todos los Boavisteiros. Hoy es para todos nosotros un día muy especial, que debemos disfrutar con alegría y solidaridad entre todos. Sepamos, a través del apoyo a nuestro equipo, hoy y durante toda la temporada, dar continuidad a lo que tanto costó reconquistar, sabiendo que continuará habiendo dificultades, pero con la unión de los Boavisteiros en todo momento, tendremos capacidad para cumplir el objetivo de mantener la categoría e ir solidificando el crecimiento del equipo con el correr del tiempo. Felicidades a todos los Boavisteiros por la resistencia y tenacidad demostradas, sin las que este día no habría sido posible. Será esa resistencia y tenacidad, y la solidaridad y compañerismo entre todos, las que permitirán que logremos construir un futuro halagüeño».

La misiva, firmada por la directiva del cuadro axadrezado, alumbraba cualquier rincón visible en los aledaños del magnífico estadio Do Bessa Seculo XXI, ese que dio jaque mate a las arcas del club con su construcción para albergar partidos de la Euro 2004. Nada comparable, sin embargo, a aquel polémico descenso a Segunda en el verano de 2008 por la implicación de Valentim y Joao Loureiro (sus dos últimos presidentes) en el proceso del Silbato Dorado, un escándalo de corrupción y compra masiva de árbitros que conmocionó al fútbol portugués hacia el fin de la primera década del nuevo milenio.

El Consejo de Justicia de la Federación lusa hizo pagar los platos rotos del oscuro entramado a las Panteras, a pesar de que sus vecinos del Oporto, con su presidente Jorge Nuno Pinto da Costa a la cabeza, estaban metidos en la trama hasta el cuello. Los Dragones apenas recibieron un tirón de orejas en forma de seis puntos de sanción por «intento de soborno».

Esa vergonzante y descarada desproporción en la vara de medir los delitos de unos y otros obligó al Boavista a transitar por los infiernos del balompié portugués durante los seis últimos años, en los que estuvo al borde de la desaparición tras bajar por impagos a la Segunda B, hasta que el pasado mes de abril el Tribunal administrativo de Lisboa revocó la sentencia federativa, provocando un nuevo seísmo en el fútbol del país vecino, que ha obligado a sus mentores a restituir a los axadrezados a la máxima categoría y aumentar a 18 los integrantes de la Primeira Liga, dos más que en los últimos ejercicios.

No es, por tanto, de extrañar que el coqueto coliseo blanquinegro luciera sus mejores ropajes para recibir a todo un Benfica en su primer partido como local, ya de regreso a una categoría que conquistó por primera y única vez en 2001, hecho permanentemente recordado por el monumento de la pantera negra alcanzando una bola de oro al final de una especie de horca metálica que preside la entrada principal de Do Bessa.

IMG_2753IMG_2760

Empero, la alegría axadrezada por haber recuperado su antiguo estatus no consiguió disimular la indignación acumulada por una afición ultrajada durante más de un quinquenio en el que no dejaron de pelear para salvar de una muerte casi segura a una institución con 111 años de historia.

Manuel do Laço ha vivido buena parte de esa aventura en versión Boavisteira. Con mando en plaza en el bohemio barrio oportista, el veterano adepto, ataviado de los pies a la cabeza con indumentaria axadrezada, lució con orgullo una pancarta reivindicativa en la que agradecía hasta a la madre Teresa de Calcuta haber intercedido por el club de sus amores para que se hiciera justicia.

«Hoy es un día grande para todos los Boavisteiros, pero que a nadie se le olvide que quienes nos han hecho pasar por este infierno siguen disfrutando de la misma impunidad de siempre. Nuestra lucha no debe acabar hasta que esas personas paguen ante la justicia todo el daño que nos han hecho», apuntaba Don Manuel, quien acabaría viendo el partido junto al técnico encarnado, Jorge Jesús, después de que éste fuera expulsado por protestar al colegiado.

IMG_2783

FOTOS: DAVID RUIZ

Poco o nada importó que el once dirigido por Petit, uno de los mayores ídolos locales, cayera sobre el césped sintético de Do Bessa con un gol del ex malaguista Eliseu. Perder una batalla, cuando se acaba de ganar una guerra, no fue óbice para impedir que los litros de Super Bock regaran con un dulce regusto a bacanal las gargantas de 30.000 panteras, ávida de ver, al fin, pasar otra vez a las mejores escuadras del país por su casa.

Estándar